Cada encuesta, una puñalada.

Es ineludible que el gobierno proyecte una película de ciencia ficción alrededor de los números de la economía.

Lo más peligroso sería que creyera en serio que esa es la realidad. Si es así estarían más cerca de un neuropsiquiátrico. Pero, confiemos en que ellos mismos se ríen en privado de muchas de estas definiciones.

Lo más destacado en los últimos días es que después de siglos se encontró la solución a los problemas de la inflación.

Un grupo sindical, de camioneros presidido por Oscar Borda que fue acusado, y filmado recientemente por bloquear una mediana empresa, golpear a los trabajadores y patotear a los dueños.

Tres sindicatos se van a encargar de los controles. El secretario de Comercio, Tombolini, decidió contratar en forma verbal un “grupo de choque”, como me dijeron, para “meter miedo”. Este sistema lo inauguró Gelbard, en los 70, y permitió que grupos de Montoneros se encargaran de los controles.

¿Todos saben como terminó la película?

Si, funciono varios meses y termino en un tsunami, cuando Celestino Rodrigo, destapo la olla a presión.

¿Por qué se insiste en algo que fracasó siempre?

Muy simple, la historia los condena.

Emperador Diocleciano, 245 – 313 después de Cristo señalaba “Los precios de las cosas que se compren en el mercado o que se traen cada día a las ciudades han sobrepasado todos los limites. El latrocinio merodea por todas partes. Esta voracidad tiene que encontrar un tope a través de una ley”.

Pocos años después, reconoció su fracaso.

Chile, Uruguay, Brasil, Perú, tienen en los últimos años una inflación de 3,4 % en el año.

No se conoce que hayan contratado, patotas con camisa negra para tener éxito.

Indudablemente, pertenecen a otra civilización.

En el 76 había una total falta de fe en la democracia.

Por un lado, las organizaciones guerrilleras creían en la violencia como motor de la política. Pensaban que las masas podían montonizarse si los actos violentos las sacudían y las motivaban.

Había que saltarse las pesadas instancias de la democracia.

Despreciaban la acción política, la consideraban corrupta. Retardaba el proceso del cambio total.

No creían en los partidos políticos. Tampoco en los sindicatos conservadores.

Hacían un culto de la muerte heroica. En sus estructuras enseñaban a obedecer ciegamente a su dirigencia. No había debate interno. No había democracia interna. Lo repudiaban como un prejuicio.

Menos fe en los votos tenían las Fuerzas Armadas.

Llevaban una larga tradición de autoritarismo y desprecio por lo político.

La historia demostró que con todas las carencias, corruptelas y fallas es el único marco que permite emprendimientos trascendentes. El único que hace posible vivir sin miedo. Respetando la división de poderes.

Eso es clave, para eludir la tentación de una dictadura populista o de cualquier otro signo.

¿Es tan difícil entender esto?

El avance sobre la Corte Suprema de Justicia, es absurdo. Saben que no tienen los votos para desplazar a nadie. Gobernadores peronistas dan un paso al costado, la CGT lo ignora, Massa señala que es mejor negociar con Larreta los fondos, porque sino en febrero por ley van a confiscar ese dinero.

¿Entonces, qué sentido tiene?

Para el oficialismo, cada encuesta es una puñalada, Nadie quiere ser candidato en la Ciudad de Buenos Aires.

Nervios, gritos, acusaciones. Algunos empresarios dicen, “Yo no quiero ir preso otra vez”.

Un sector extremo quiere romper todo. Capitanich pide cambiar a los miembros de La Corte, por decreto.

Si tiene éxito: La libertad y la democracia están en peligro.