La ideología atrasa y mata.

El economista argentino que vive hace décadas en Israel, Manuel Trajenberg, explicó cómo fue que en 1985, en ese país derrotaron a una inflación del 500 % anual.

Las continuas crisis, los partidos políticos enfrentados, la presión externa de los países limítrofes, pero fundamentalmente el déficit fiscal, provocaron una inflación sin control. Todo gasto se canalizaba en gran parte en la emisión.

Había, es cierto, un enorme gasto militar.

Pero, ese número, 500 % en un año los hizo reflexionar. No había ninguna duda que por ese camino se haría inviable el país.

Se reunieron los principales representantes de los diferentes partidos y llegaron a la conclusión que era necesario un gran acuerdo nacional. Se partió de la base de que había que bajar drásticamente el gasto público y hacer un ajuste en toda la economía.

Desde ese momento, la inflación desapareció.

En Argentina es todo más difícil.

El presidente está sin poder. Reservas negativas, 2.700 el riesgo país e inflación proyectada por encima del 70 %. No supera el 25 % de apoyo popular y tiene una grave crisis interna.

El desencadenante llega entre agosto y septiembre.

Vivimos en una anormalidad constitucional.

Tenemos un presidente que debe aceptar la conducción de la vice presidenta. Hoy Cristina controla a la mayor parte de los funcionarios más importantes del Poder Ejecutivo.

Así, será muy complicado llegar a un Acuerdo Nacional.

Los funcionarios mienten todo el tiempo.

La ministra de economía dijo que cree en el equilibrio fiscal, sin embargo, el gasto público primario aumentó 78 % en los primeros cinco meses del año con respecto de igual periodo del año anterior. Todos los rubros crecen por arriba de la tasa de inflación.

El déficit primario aumentó 409 % siempre comparado con los primeros cinco meses de este año con igual periodo del 2021.

Los aumentos de precios se justifican si uno observa la emisión monetaria.

Un ejemplo es lo que pasa con la energía.

Estamos importando 2.000.- millones de dólares por mes.

Esto produce un descalabro en el mercado de cambios y en toda la economía.

Hace 2 años y medio, cuando ganó Alberto Fernandez, el economista Guillermo Nielsen propuso darle a Vaca Muerta un “status internacional”. Es decir para atraer inversiones, dando todas las seguridades que no se cambiarían las reglas de juego.

Era presidente de YPF, y lo echaron para que ocupara ese lugar gente de La Cámpora. Lo enviaron como embajador a Arabia Saudita.

A esos planes, los calificaron de cipayos, que entregaban la riqueza nacional a los extranjeros.

Resultado? No se hizo el gasoducto. Se demora años.

Hoy, en lugar de importar estaríamos exportando a un precio internacional inédito.

La ideología mata, atrasa.

El peronismo alcanzó a renovar la piel y cambiar en sus distintas encarnaciones y por eso pudo sobrevivir en distintas épocas. Se adaptó milagrosamente en los 90, con Menem y después intuyo que todo giraba a la izquierda con Nestor Kirchner.

Antes de 1983, los gobiernos peronistas finalizaban con un golpe militar que terminaba de hacer el ajuste económico.

Con el retorno de la democracia, las respuestas a las crisis fueron institucionales. Menem asume antes y la salida parlamentaria para el gobierno de La Alianza.

Ahora, estamos en medio de un grave problema creado por el propio peronismo. Son improvisados, ineficientes, imprevisibles, malgastan el dinero público. Están divididos sobre el destino y la trayectoria del barco.

Hay liderazgos destructivos en la historia. Para sobrevivir recrean una y otra vez las crisis. Las peleas internas tienen ocupado al país. La oposición está paralizada.

Es evidente que el principal partido político de la Argentina no puede renovarse. Está bloqueado por los fanáticos. Hundido por los dogmas.

En esta presidencia se agravan todos los males.

La inflación es incontenible, los sueldos no alcanzan, y la pobreza crece.

Estamos en el capítulo final de un fin de ciclo.