Aparece una superestructura de castas que se conectan en algún lugar. Esto supera al ministro de Justicia, Cúneo Libarona. Algunos argumentan que no se puede condenar a todos los empresarios de la construcción por algo que decidía el gobierno; si no aceptaban, quebraban. En algún lugar, dicen que esto es un “nunca más” para la construcción. Tres jueces fueron utilizados en el caso Calcaterra, pero esta decisión se tomó mucho más arriba: se decidió que acá no hay culpables.
Está más claro que el agua: los acusados y confesos son todos los empresarios de la construcción. Aparecen los cuadernos, y todos declaran ser los únicos culpables, pero explican que el sistema funciona así: te dan obras, pero debes pagar el 30% en coimas al gobierno. Si no entras en este sistema, no trabajas. No puede ser que vayan a Comodoro Py, pero nada los salvaba. Ese sector es una casta. Otra casta es la justicia, que en algún lugar muy arriba decidió que había que salvarla.
Esos tres jueces señalaron que no era coima, sino dinero para la campaña, un invento para salvarlos. Hoy, en La Nación, se explica cómo la casta judicial inventó esto para salvar a la casta empresarial de la construcción.