Están ganando los populismos de izquierda y derecha.
Nadie tiene respuestas claras.
Llegan al poder, y a los pocos días decepcionan : Chile y Perú.
Es cierto que estamos en tiempos históricos desafiantes. La cuestión social avanza y con la libertad no alcanza.
Pasó la etapa industrial, llegó la globalización y la producción entró en tiempos diferentes.
La tentación populista, la intolerancia creció por la falta de respuestas.
Aparecen recetas mágicas, se habla de paraísos inexistentes.
Se busca la diagonal, el camino corto y rápido.
Hay una guerra en Europa, algo que se creía había desaparecido. El escenario se puso difícil. Vuelven las recetas del fracaso, el default, vivir con lo nuestro, proteccionismo total.
En el medio, aumenta la incertidumbre sobre el futuro.
Se habla de escenarios salvajes para las democracias. La pobreza, corrupción, inflación se canaliza a través de la población social y política. Estamos en la búsqueda de soluciones desesperadas.
¿Fracasan los políticos?
Si, por supuesto, la imagen negativa de todos, supera largamente a la positiva.
¿Fracasa el sistema democrático?
Eso está en duda. Los sectores de los extremos cuestionan las bases del sistema.
En medio de una inflación del 80 % anual, recesión económica y social, pobreza del 45 % y sin empleo en blanco durante años, el futuro no está garantizado. No participan millones de personas de la votación. Pasó el año pasado.
Hay miles de razones para patear el tablero.
¿Viene un escenario salvaje?
Si se agrava el clima económico, puede ser.
Las discusiones sobre Irigoyen entre Macri versus Morales y Manes, muestran que están ciegos en medio de un mundo que está en un nuevo ciclo de globalización.
No son capaces de hacer un programa para el 2023.
No discuten el futuro, se pelean por el pasado.
El radicalismo de Morales, Leopoldo Moreau y Ricardo Alfonsin, apunta a la utopía distributiva.
Nadie piensa que en los últimos 12 años, la población creció más de siete millones y el PBI sigue igual.
Ni se les ocurre pensar en atraer inversiones.
Todavía creen que la inflación es culpa de los empresarios y no de la emisión monetaria y el gasto del Estado.
Viven del pasado.
Mientras tanto Alberto trató de quedar bien con Cristina.
Hablo de los ladrones de guante blanco.
Intenta con algunos gobernadores avanzar sobre la Corte Suprema. Mencionó a Macri varias veces.
Fue inútil. Cristina no le cree nada. Sabe que es una actuación. Con la excusa del off, se lo fagocito a Kulfas.
Nunca el presidente pudo usar el poder.
Cristina nunca lo dejó.
Ahora , Alberto se abraza al Círculo Rojo, buscando protección.
Cristina en este caso, está en la vereda de enfrente.
Nunca entendió cómo funciona una empresa, porque nunca fue dueña, ni siquiera de un kiosco.
Pero igual se las arregló para ser multimillonaria.
El kirchnerismo envidio siempre a los Paolo Rocca, los Pagani, Bulgheroni y Mercado Abierto. Prefieren los empresarios amigos que vienen a comer de su mano.
Es muy difícil que un empresario extranjero venga al país. Si la estabilidad de un ministro depende de un tuit de la vicepresidenta, que pueden pensar. Si quieren cambiar la Corte Suprema para poder robar sin ser llevados a juicio.
Hoy nadie quiere ser ministro. Es mejor volver a su territorio. Estar en el equipo de Alberto, es saber que solo tratas de salvarte del descenso.