¿Cuál debería ser el rol y el tamaño del Estado?
¿Debe hacerse una reforma laboral? ¿Cómo sería?
¿Cuánta libertad le quieren dar al mercado?
¿Habrá más regulaciones y controles sobre la propiedad privada?
¿Seguiremos impidiendo que dentro del Mercosur no abramos la economía a Europa como insisten Brasil y Uruguay?
¿Ustedes quieren más Estado, (precios máximos, alquileres, subsidios)?
¿Los que quieren menos Estado (limitar la burocracia, déficit cero, más eficiencia, abrir la economía), como lo harían?
Todas estas preguntas que no se hacen, no tienen respuesta en los posibles candidatos. Solo nombres, intereses, egos enormes.
Nadie tiene definiciones exactas sobre esas preguntas porque si a lo mejor dicen lo que piensan, pierden votos.
La oposición sólo señala que estas elecciones son para poner límites al kirchnerismo.
El gobierno, en campaña, oculta al presidente. No lo lleva a la provincia de Buenos Aires. Allí están los actos, los tres mosqueteros de Cristina. Berni, si les gusta un Bolsonaro; Massa para la clase media y Kicillof un stalinista convencido.
Del otro lado, Larreta trata definitivamente de eclipsar a Macri y convertirse en jefe. Los radicales resucitan con Manes.
Todas las preguntas que nos planteamos por ahora no tienen respuesta.
Las cifras del Indec son transparentes. Describen un impresionante muestrario de la decadencia argentina. Retroceso económico y social.
En 1973, cuando llegó Peron, la pobreza llegaba al 7 % de la población, hoy es del 45 %.
En 1983, llegaba al 16 % cuando América Latina se acercaba al 40 %. Ahora, llegamos al 45 % y en la región, de promedio están en el 29 %.
El crecimiento de la economía también arroja datos y contrastes desalentadores : en tres décadas solo el 2,2 % anual. El promedio mundial es 3,1 %; Asia 7,6 % y América Latina 3 %.
Además, siempre con bruscos altibajos.
En estos 33 años hubo 20 con registros positivos, 12 de caída y uno de estancamiento. El 40 % negativo.
Nos anotamos con una inflación de las más altas del mundo.
Promedio anual del 71 % contra el 10,4 % de América del Sur. Se le debieron sacar siete ceros a la moneda nacional.
Una de las claves : Un Estado cada vez más grande e ineficaz, que no presta servicios de calidad pero a la vez tiene una alta presión tributaria.
Una pregunta clave para los candidatos, ¿qué tipo de dólar tenemos que tener?
¿Muy alto para turismo y liquidación de tarjetas?
¿Elevado para importaciones y el sector financiero?
¿Bajo para exportaciones?
¿El cepo seguirá por muchos años?
Dicen que Cristina está leyendo libros de economía para entender lo que pasa. Especialmente autores que hablan de sustitución de importación y protección industrial. Eso es lo que predominó en Argentina durante décadas. Son libros del 50 y del 60.
Sucede que el mundo cambió. La tecnología, la cibernética, la globalización, el trabajo a distancia, sumergieron a muchas teorías en el pasado.
Cristina en su discurso, habló de volver al 2015. En realidad tendría que retroceder, cuatro años, al 2011. Hasta ese año, había dólares para viajar, ahorrar y la economía no estaba en crisis. Pero llegó con lo justo, raspando la olla. Dos días después que ganó con el 52 % de los votos, puso el cepo. Perdió en 2013 y en 2015.
Ahora, solo trata de llegar a las urnas.
Atraso cambiario, intervención en los mercados, pagar el mínimo de tarjeta al Club de París, pisar los dólares, atrasar tarifas, más emisión de pesos, paritarias al 40 %, obras públicas menores en el conurbano y bono a los jubilados.
Fuegos de artificio, que duran hasta noviembre..
Santiago Cafiero dijo algo, que nunca debió mencionar.
Señalo : “No habrá devaluación, ni antes, ni después de las elecciones”. Nunca hay que decir eso, la historia enseña que justamente es al revés. ¿Saben por qué? Porque generalmente, los que lo dijeron, no tenían ningún tipo de credibilidad.
Uno de ellos, ministro de economía, en plena dictadura militar Lorenzo Sigaut, señaló : “El que apuesta al dólar pierde”. Una semana después subió el 30 %.